¡Cuanta energía la que hemos vivido estos días tras la contienda electoral, del pasado 21 de noviembre!; una contienda que nos convoca a disertar sobre sus alcances, sus posibilidades y sus resultados, pues los mismos traen consigo el cuestionamiento sobre aquello que puede percibirse como una victoria política que trasciende la victoria electoral, aunque estas puedan entenderse de la misma manera.
No, no es retórica, ¿A qué me refiero con esto? Las victorias políticas como la ocurrida en las elecciones regionales, no solo fueron la confrontación de las ideas, tampoco se trataron exclusivamente de la elección por un plan de Gobierno, lo que que se disputó en las urnas electorales fue un proyecto político que derrumbó las estructuras de la ultra derecha internacional, arreciando con su estrategia divisionista, compulsivamente mentirosa y que procura como primera bandera alcanzar a empapar la gran victoria del pueblo venezolano protagonista y participativo.
Lo ocurrido el pasado 21 de noviembre, fue una victoria política con un alto nivel de trascendencia, pues logró en una primera instancia colocar a la oposición venezolana en el redil de la democracia, a la vez que adoptó una postura de reconocimiento a la institucionalidad venezolana, tras años y años de construcción narrativa sobre una falsa institucionalidad cuya existencia era validada únicamente por los calificativos de las redes sociales.
Al mismo tiempo y junto al reconocimiento de la institucionalidad vino el reconocimiento al Presidente Nicolás Maduro y a la transparencia del sistema electoral venezolano lo que se traduce en una victoria política de grandes dimensiones.
Ahora bien, si enfocamos la lupa en los resultados regionales la vanguardia nacional tiene sin duda alguna grandes desafíos para disertar, trabajar y atacar, pues hay un importante número de casos que invitan a pensar como las victorias electorales requieren de mayor contundencia para traerlas al ámbito de la victoria política.
Para ello, es necesario construir una dinámica para la reflexión que desacelere la inmediatez de lo mediático y constituya un espacio político de análi, algo como una respiración profunda que nos lleve al punto neurálgico del problema, escucharlo, entenderlo y expulsarlo en la inhalación siguiente.
Hemos triunfado ante el golpe y la mentira, con trabajo en las calles y gracias a la lealtad de nuestro pueblo soberano, ahora es el turno de la comprensión de sus llamados, de pisar tierra y de la respuesta contundente que traiga consigo la victoria permanente que significa la vinculación emocional y política con la gente.
¡Venceremos!
¡Palabra de mujer!