Nos hicimos capaces de hablar de Revolución el día en el que entendimos que, en
la savia de nuestro árbol de cinco raíces, yacen 3 grandes frutos que permiten que
todo lo que impulsamos se potencie y sea aún más coherente. Esto es, la
conciencia de clase, la conciencia de género y la conciencia étnica, pues en tanto
esto es avizorado en nuestro panorama la perspectiva con la que nos entendemos
ante el mundo empieza a ser otra forma de hacer las cosas.
Esto incluye, claro está, la forma en la que entendemos la maternidad y el ejercicio
de los cuidados, especialmente cuando desde la participación popular, hemos
hecho de la Revolución un proceso histórico, único en su especie, declarado como
feminista desde la visión del Socialismo, consolidando el rol de las mujeres, en la
vanguardia de la realización de la Patria que soñamos.
Sin embargo, desmitificar el rol de madres y cuidadoras desde lo individual es una
tarea en la que todavía tenemos camino por recorrer, pues supone un trayecto de
largo aliento. El artículo 88 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela establece: «El Estado garantizará la igualdad y la equidad de hombres y
mujeres en el ejercicio del derecho al trabajo. El Estado reconocerá el trabajo del
hogar como actividad económica que crea valor agregado y produce riqueza y
bienestar social. Las amas de casa tienen derecho a la seguridad social de
conformidad con la ley». Sobre la base de este artículo, en 2006 se creó la Misión
Madres del Barrio; sin embargo, aún nos falta alcanzar el reconocimiento pleno de
las labores del cuidado como actividad económica que impulsa la nación.
En otras ocasiones hemos estimado la relevancia de nuestra participación en la
economía de la patria, al mirarnos a nosotras mismas como la mitad de la
población venezolana y paridoras de la otra mitad, pero qué pasa con nosotras y la
culpa, nosotras como personas y sujetos activos, porqué nos resulta tan común
encontrarnos con la dicotomía en la que si consideras tener una carrera o hacer
algo por tu hijo, eres una madre negligente y egoísta. Pero si tienes un trabajo e
incluso consideras salir temprano para recoger a tus hijos de la escuela o llamar
para emergencias familiares, eres poco confiable. Aquí tenemos tareas que
realizar, hay bastante por deconstruir para empezar a construir.
La economía de los cuidados y las redes que la sostienen, forman parte también
del corazón de esta Revolución que somos, no estamos solas en ese camino, pero
la batalla hay que iniciarla.
¡Venceremos, palabra de mujer!